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SERVICIOS DE SALUD MENTAL
EN EL EMBARAZO, PUERPERIO Y PRIMERA INFANCIA
(0 – 3 AÑOS)


PREGUNTAS FRECUENTES

¿Cuáles son los principales problemas o alteraciones en la salud mental de la mujer durante el embarazo y puerperio?

 La maravillosa capacidad que posee la mujer de concebir, gestar vida y cuidar el crecimiento y desarrollo del hijo, está mediada por una serie de elementos y aspectos tantos en la esfera individual como del contexto socio-familiar, que facilitan o dificultan esta experiencia y la relación con el hijo. Si bien la naturaleza ha dotado a la mujer de múltiples  mecanismos de adaptación físicos y psicológicos que le permiten vivenciar el proceso de embarazo y puerperio de forma sana y adaptada, también existe la posibilidad de que se presenten complicaciones y patologías tanto a nivel orgánico como mental que pueden poner en riesgo el bienestar de ella y su hijo.

En lo específico, los principales problemas o alteraciones de la salud mental son:

           

¿Cuáles son los factores o circunstancias que ocasionan una mayor vulnerabilidad psicológica en la mujer?

 Diversos estudios adscritos al ámbito de la salud mental en el embarazo y puerperio, han observado una mayor vulnerabilidad psicológica para la mujer en esta etapa ocasionada generalmente por:



Cambios fisiológicos y corporales, experimentados en los distintos trimestres del embarazo y puerperio.

Factores psicosociales, como la edad sobre todo aquellos segmentos que se encuentran en los extremos de la curva de fertilidad, la posibilidad de contar o no con apoyo social, sucesos vitales estresantes, entre otros.

Características del embarazo, como la condición de primípara, gestación múltiple, falta de deseo y planificación del embarazo, complicaciones en la gestación.

Morbilidad mental previa al embarazo, habiendo presentando sintomatología suficiente como para configurar cuadros de depresión, ansiedad, estrés, angustia y pánico, trastornos de personalidad, drogodependencia, entre otras psicopatologías.

Elaboración del recuerdo de la propia historia de crianza en la infancia -que emerge con mayor fuerza en este período-  como un factor importante que influye en el vínculo afectivo y en los cuidados que se provean al hijo.

¿Pueden afectar el desarrollo del infante y la relación vincular madre-hijo estos factores y problemas de salud mental?

El desarrollo de un problema o alteración en la salud mental de la mujer en el embarazo o post-parto, va a depender tanto de características constitutivas individuales como de la presencia o ausencia de diversos factores del medio circundante, como ya fue expuesto. No obstante, la concurrencia de varios aspectos de índole negativa pueden producir finalmente el deterioro de la salud mental de la mujer, con los consiguientes efectos en ella, el hijo (en gestación o nacido) y la familia.

             

A este respecto, en el período de gestación se ha observado que las mujeres embarazadas que presentan elevada sintomatología ansiosa como para configurar un trastorno del estado de ánimo como ansiedad generalizada, episodios frecuentes de angustia y pánico, o un trastorno de adaptación como es el estrés, produce en mayor cantidad una hormona llamada cortisol que al llegar en dosis significativas al bebé en gestación a través de la placenta, desencadena una serie de reacciones en él como son: aceleración del pulso cardiaco, mayor cantidad de movimientos motores con el consiguiente gasto energético que ello implica para el bebé, lo que a su vez –si se presentan de forma frecuente y sostenida- podría provocar un menor crecimiento intraútero y un menor peso al nacer, entre otros efectos adversos.

Por otra parte, múltiples investigaciones refieren que las mujeres embarazadas que presentan sintomatología depresiva  de tipo moderada y grave tienen representaciones maternas en menor cantidad, menor frecuencia o de naturaleza negativa, lo que conlleva dificultades en el contacto emocional con el bebé y en la adecuada representación fetal,  que finalmente puede terminar afectando el vínculo afectivo con el hijo. Del mismo modo la representación y expectativas de si mismas como madres se torna ausente y/o negativa, con el consiguiente sentimiento anticipatorio de ineficacia que cimienta la frustración, todo lo que se ve exacerbado por los síntomas característicos de la depresión.

Si la depresión continúa o se desarrolla en el post-parto, además de afectar la funcionalidad de la madre en el contexto socio-familiar y en el desempeño de sus actividades cotidianas, también producirá dificultades tanto en el ejercicio de su rol materno como en el establecimiento de la relación madre-bebé. Como efectos de esta problemática se ha observado una menor sensibilidad materna  a las señales y necesidades del bebé, con la consiguiente probable emergencia de problemas emocionales y conductuales del infante, al no ser satisfecho de forma adecuada en sus necesidades tanto de cuidado como afectivas.

Por último, se ha observado que las madres que presentan un trastorno de personalidad borderline y aquellas mujeres que han experimentado en su desarrollo evolutivo un suceso traumático (inesperado) como una pérdida importante o un abuso de poder (maltrato grave, abuso sexual) tienden a tener una menor sensibilidad materna, atribución negativa a las señales del bebé y mayor cantidad de conductas maternas problemáticas o desorganizadas, lo que ha su vez puede produce un apego inseguro de tipo desorganizado  en el hijo.

De todas formas no hay que dejar de lado u olvidar la Resiliencia como una capacidad personal, que en los últimos años ha explicado la facilidad que tienen algunas personas para sortear y superar los obstáculos y dificultades de forma exitosa, resiliencia que muchas madres aplican día a día para enfrentar sus problemáticas y establecer un vínculo seguro de amor y cuidado con su hijo.

¿Cómo se pueden prevenir e intervenir aquellos problemas o alteraciones de la salud mental de la mujer y sus posibles consecuencias?


A través de lo que se ha denominado Intervención Temprana compuesta por servicios multidisciplinarios para niños desde el nacimiento hasta los cinco años de edad, teniendo como finalidad promover la salud mental y el bienestar, fortalecer las competencias emergentes, minimizar el desarrollo de retrasos, remediar la existencia o emergencias de discapacidades, prevenir el deterioro funcional, y promover la adaptación parental y la funcionalidad familiar. Este objetivo se realiza proporcionando desarrollo individual, educacional, y servicios terapéuticos para el niño en conjunto con el apoyo provisto para su familia. (Shonkoff & Meisels. 2000. Pág. XVII).

Desde esta modalidad surge como cuerpo articulado –desde los años 90´- la Intervención Temprana en “Salud Mental”, cuyo objetivo principal es el fortalecimiento del apego entre el infante y su familia desde el embarazo hasta los tres años de edad, como factor protector del riesgo psicosocial temprano y en las edades posteriores (Liebermann & Zeanah, 1999). En este ámbito han proliferado enfoques que contienen distintas estrategias de intervención de acuerdo al foco a tratar y que han sido integradas en diferentes programas de tratamiento para el fomento del vínculo en la díada padres-hijo y el consiguiente desarrollo del niño. Para alcanzar sus objetivos, estos programas han creado, adaptado y utilizado diferentes tipos de técnicas, procedimientos y recursos, entre los que se encuentran las visitas domiciliarias, talleres psicoeducativos, técnicas de masaje, observación en vivo de emociones y conductas del niño, procedimientos de juego estructurado, técnicas de videofeedback, ejercicios de mentalización de los propios estados internos y los del bebé o niño, técnicas de psicoterapia, técnicas grupales para el aprendizaje de competencias parentales, etc., existiendo una amplia gama de ”herramientas” a disposición de los profesionales, técnicos y participantes para el logro de los objetivos que se han propuesto. Cada uno de estos recursos tiene una base teórica que fundamenta su diseño, tiene una estructura y procedimiento específico para ser empleado, así como variaciones y modificaciones que han ido surgiendo de acuerdo a los distintos intereses de los programas, orientados de acuerdo a nivel de complejidad, población, espacio físico, recursos materiales, y tiempo disponible entre otras variables.